VIEJO ALMACÉN
Sobre Bv. Mitre
al 1.000 enfrentando a Gral. Paz, al sur
de las vías férreas, existió uno de los más antiguos almacenes de la ciudad de
Leones. Posiblemente, fundado por Feliciano Collado en los primeros años del
siglo XX. Un testigo me señaló que su familia llegó al vecindario en 1926 y
el negocio de Don Collado ya estaba allí.
Este inmigrante
español, vaya uno a saber como llegó aquí,
lo cierto que constituyó un
importante almacén de abastecimiento para el otrora pujante barrio sur; muy
cercano al taller de Santiago Rosso y donde Collado vendía a granel azúcar,
yerba, harina, fideos; todo expuesto en grandes cajones de madera y bolsas de arpillera. Largos mostradores bajos
de madera rústica, donde a ambos lados se apoyaba la mercadería. . Sobre uno de
ellos la clásica balanza de platos de
bronce que funcionaba con múltiples contrapesas y cuyo mecanismo se encontraba
protegido por una caja de vidrio. También, los clásicos cajoncitos de dulces
y trozos de calabazas persistían en los
extremos.
Había vino en
bordalezas de madera. Quesos y carnes
embutidas en una jaula de un tejido muy fino a la que llamaba fiambrera. Todo
se vendía por tanto, tantos centavos de esto o de aquello y se envolvía en papeles de diarios como si fuera
cerrando empanadas. Además, se despachaba kerosene, velas y utensilios de
cocina, como cacharros y copas de grueso vidrio celeste entre otras.
Persistía,
permanentemente, el aroma a las manzanas frescas.
El almacén, muy
pintoresco, pues la mercadería coexistía con una buena cantidad de gatos que dormían sobre las bolsas de las mismas y nadie se
inmutaba por ello.
Don Collado, probablemente
de origen vasco, siempre llevaba una boina negra sobre su cabeza blanca y un lápiz
negro en el oído derecho. Además, de un pañuelo batarás al cuello.
El ingreso al
antiguo edificio era tipo medio punto, adornado con dos pilares o columnas que la flanqueaban. Lo cerraban
dos portones de madera sólida.
El almacén de
Don Collado, como se lo conocía, funcionó hasta mediado de los años sesenta.
Por los pocos datos que pude obtener, primero habría muerto su esposa Josefa
y luego él.
Posteriormente, el lugar permaneció cerrado durante una o dos décadas. Más recientemente,
el lugar fue reciclado dando origen a un nuevo emprendimiento comercial.
Hugo Peyrachia.-
“Hacedores”
26 de Noviembre
de 2013
Pintura ilustrativa del autor.
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