sábado, 9 de julio de 2011


9 DE JULIO DE 2007

El bólido de 12.000 Km. de diámetro viaja a 140.000 Km/hora, en torno a su estrella que lo mantiene cautivo; se trata de nuestra tierra y de nuestro sol.
Cuando haya dado una vuelta completa, después de 12 meses, habrá recorrido millones de kilómetros, y generado las cuatro estaciones.
El punto, es que el recorrido transcurre en total oscuridad y más allá de la atmósfera la temperatura del espacio es de -279ºC: allí es, donde se origina el frío que nos llega cuando los rayos del sol desaparecen.
Hoy, el eje imaginario del planeta de 23 º de inclinación, ha quedado de tal manera que los rayos que le llegan después de 8 minutos del sol, impactan al hemisferio sur oblicuamente, por lo que no descargan la cantidad de energía como si lo hicieran perpendicularmente.(Hemisferio norte)
El fenómeno es conocido en la tierra, cada 21 de junio y da lugar en el hemisferio sur, al inicio del invierno y en el norte, al verano.
La temperatura desciende ente 0 y los 15 grados; desde la noche al día.
Las jornadas se vuelven, cortas, silenciosas, húmedas y lloviznosas; y las noches, largas y neblinosas. Los amaneceres, helados.
Los horizontes, casi siempre son grises o azules grisáceos.

Raramente, pero suele caer aguanieve, como ocurrió hoy desde las 10 de la mañana. Todos nos sorprendimos con los blancos copos que revoloteaban al viento y luego caían oblicuamente a la tierra y se convertían rápidamente, en agua. Al medio día el fenómeno se detuvo y cerca de las tres de la tarde, volvió a repetirse durante otros 30 minutos. EL hecho poco frecuente, se habría manifestado en junio o julio de 1973 ó 1974.
En Buenos Aires, con un poco más de suerte, la nieve se mantuvo consistente y se acumuló sobre techos, árboles y automóviles, reafirmando, bellamente, una vez más, el principio de “macrocefalía” de aquella ciudad histórica. Allí todo se genera, todo ocurre y todo pasa; desde lo natural a lo político.

La vegetación, hace rato que adquirió los tonos amarillos, ocres y marrones; y los árboles se hallan totalmente desnudos, a la espera de la ansiada primavera para revivir.
Los pájaros, son escasos, entre la fantasmal arboleda, sólo algunas palomas torcazas toman un poquito del sol tibio que les llega tímidamente, por las tardes, y cuando ha salido.
Se ven gorriones desconfiados y algunos chingolos aislados, en vuelos rápidos y preocupados..
Otros, no se dejan ver, más aún si sopla viento del sur helado.; sencillamente, desaparecen, quedándose en sus refugios. Aun así he visto algunos horneros muertos de frío en la Plaza Malvinas Argentinas.

Las heladas se repiten, y el cielo despejado es señal inconfundible que éstas se producirán; terminando con las pocas plantas todavía verdes, helándolas totalmente. Jacarandás, palos borrachos, rosas chinas, se achucharran día después, dejando la región monocromática de un gris amarronado.

La gente apresurada, va de un lugar a otro, el frío produce una sensación incómoda difícil de describir. Así pasarán los noventa días hasta que el eje de la tierra cambie lentamente su posición y los rayos vayan impactando entre los treinta y poco menos de sesenta grados, indicando que habrá llegado con seguridad la primavera y los almanaques señalen, 21 de septiembre. Entonces, las golondrinas sabrán que es hora de partir nuevamente hacia el sur, los árboles, que deben desarrollar sus brotes. Los pájaros preparar su nido; y contentos, a los cansados humanos, de tanta ropa y sufrimientos; después de haber desandado el invierno. Pero la tierra, no se detendrá, es sólo el fin de un nuevo comienzo de giros interminables y de inviernos más o menos apacibles.

Hugo Peyrachia
9 de julio de 2007.
“Poética”

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