TRANSMUTACIÓN
El menor descuido de la madre y el niño llegó al mismo borde de su corto destino, y sin darse cuenta lo traspasó.
Un rústico bebedero no lejos de la casa resultó el elixir de la vida para el ganado, y paradójicamente, una trampa mortal para aquella familia dedicada a quehaceres rurales en una chacra más de la inmensa pampa Argentina.
El velatorio de tan desdichado angelito fue improvisado en la misma casa, entre la oscuridad y el silencio más espantoso de aquella fría noche de agosto. Sólo unos pocos presentes comentaban sobre la fatalidad y la desgracia ensañadas con aquella familia y aquel niño, que yacía ahora su sueño eterno.
A media mañana, la carroza fúnebre llegó desde el pueblo cercano tirada por cuatro caballos que hacían la escena imponente; obedeciendo las órdenes del cochero vestido del negro más riguroso y formales guantes blancos; tan bancos como el ataúd, los caballos y la carroza.
Se dice aún hoy en la población cercana que cuando los jóvenes padres, apesadumbrados, volvieron a la chacra hallaron un magnífico cisne blanco. Ave algo rara para la región, señalaron algunos lugareños. Los padres, entonces, creyeron ver al niño en el cisne blanco. Otros, señalaron a dios, omnipresente.
La primavera llegó, el cisne blanco voló y jamás regresó. Lo hallaron muerto en una laguna cercana.
Pasaron los meses y un nuevo niño llegó a la desdichada familia: Nació alado, como si fuera un ave de plumas blancas. Cuando el niño cumplió 10 años, voló hacia el cielo.
Hoy, en el lugar donde nació y murió aquel niño, se levanta el santuario del “Niño Ave” como se lo conoció, y miles de peregrinos llegan cada año para conocer el lugar donde un 21 de septiembre, el niño ave transmutó en ángel.
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