
DIMENSIONES
Recuerdo el caso, salió en todos los medios.
Sucedió años atrás en una zona agroganadera de la provincia de Buenos Aires.
Fue exactamente un 31 de octubre, por la mañana, cuando el dueño del campo llegó a la antigua residencia de la familia, donde habían vivido sus ancestros y él mismo su infancia, hasta que, ya muchacho, la familia se trasladó a la comunidad cercana, un clásico pueblo rural; plano, calmo y verde.
Lo cierto, es que aquella mañana al llegar al lugar, se percató de que el cuidador, un entrerriano de 57 años de apellido Ramírez, había sido asesinado alevosamente. Totalmente desmembrado, con profundos cortes que iban más halla del hueso; inclusive el rostro había desaparecido parcialmente, llevando al sorprendido estanciero a dudar de la identidad del cadáver.
Mientras avisaba a la policía de la jurisdicción, se aventuró a la casa, no había revueltas y todo indicaba que nadie había ingresado al lugar.
Volvió al patio, cuyo pasto estaba recientemente cortado y prolijo. Más allá, las jaulas de las aves que tanto atraían a su contratado Ramírez, quién pasaba horas en permanencia de sus amados pájaros; una buena cantidad de especies autóctonas y llegadas desde su provincia natal y norte de Misiones.
Hombre conocedor de la fauna avícola, había separado a las mismas en tres enormes jaulas. La primera con pájaros de múltiples colores, vistosos. La segunda, contenía zancudas de diversas especies, que como acuáticas, incluía una pequeña laguna artificial y la tercera pajarera, albergaba varias clases de rapaces, como caranchos, chimangos, gavilanes y águilas misioneras.
La policía envió el cuerpo a la morgue más cercana y efectuó una inspección del lugar, las casa estaba en orden, las pertenencias de Ramírez en su lugar, descartando el robo. No hallaron marcas de neumáticos desconocidos ni cápsulas servidas o elementos contundentes, u otras herramientas que podrían haber provocado semejante crimen.
Los investigadores, percibieron que la jaula de las rapaces mostraba la rotura de unos diez metros lineales de alambre tejido, y que las especies en cuestión habían desaparecidos; conjeturando con las mismas, debido a sus características carnívoras, como las causantes del horrendo crimen; así, que tomaron nota del contenido según el testigo, criado en el campo, quién aseveró: éstas jamás por hambrientas que se encuentren podrían lacerar un cuerpo como si se tratase de una motosierra, que también se secuestro pero sin la mínima señal de sangre en sus mecanismos.
El trabajo siguió en los laboratorios de la policía en Buenos Aires, durante meses, donde todas las posibilidades se fueron agotando y al parecer el cadáver nunca habló; como contrariamente, señalan los criminalistas.
El laboratorio, informó que la víctima no tenía heridas de balas, pero fue concluyente; el cuerpo de Ramírez fue seccionado por una fuerte mandíbula de algún animal desconocido, cuyo tamaño supera el listado posible del lugar, considerando las rapaces que se encontraban en la jaula; coincidiendo con especialistas del Museo de Ciencias Naturales y del Zoológico de la Ciudad.
Otros investigadores del extranjero, al ver las fotografías, señalaron: Posiblemente, arrastrado por alguna máquina trituradora de árboles o moledoras de forraje, transmisiones cardánicas; pero las máquinas no existían en el lugar y nunca se hallaron en las cercanías, donde se buscaron por meses.
Dos años después, un caso similar ocurrió en un remoto paraje rural del norte de China, con la diferencia que allí, sí, hubo testigos, a pesar de los doce triturados. Los que sobrevivieron, relataron lo ocurrido a estudiosos de fenómenos X, que llegaron desde los Estados Unidos de Norteamérica. Concluyendo, que allí, cómo aquí, ocurrió un fugaz pliegue del tiempo, de una de las 11 dimensiones que prevé la teoría de cuerdas, que transformó a las aves en sus antepasados directos, dinosaurios carnívoros, tan sólo por una fracción de espacio tiempo.
HUGO PEYRACHIA-
Relato perteneciente al libro:”La Ruta del Elefante”
Editorial-”Las Tres Lagunas”-Buenos Aires-(2010)
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