CRIOGENIA.
La cruel enfermedad mataría a Jack en los próximos meses, irremediablemente.
Por el momento, la única posibilidad y por tiempo limitado, se hallaba en el trasplante del órgano afectado, pero la espera se había prolongado demasiado y se desvanecía en la nada.
Con su mente convulsionada por la realidad, Jack se preguntó:?Por qué ahora? tal vez un poco más adelante la tecnología genética podría lograr el reemplazo de órganos enfermos con sustitutos reproducidos en animales, especialmente cerdos, cómo le señalaron los médicos que visitara.
Una decena de años serían indispensables para criar y educar a su prole. Jack, cumpliría 30 años próximamente. Por último si de lo peor se tratara, la criogenia podía ser una salida. Al menos, parecía mejor que el incinerador.
Una vez más, Jack recorrió las páginas de la Web que informaban sobre las formas de sobrevivir al tiempo y detallaban los procedimientos a seguir.
Aún sin garantías, la ciencia podría volverlos realidad en los próximos siglos.
Sin pérdidas de tiempo, Jack decidió iniciar los trámites antes que la enfermedad lo postrara a punto de no poder.
Las noches entremezclaban raros pensamientos en su psiquis. El pasado y ahora el futuro fluían por sus neuronas dendríticamente a la velocidad de la luz. En su inconsciente, podía ver cómo las llamaradas envolvían su cuerpo corrompiéndolo en agua y gases sencillos que escapaban velozmente por la chimenea del crematorio. El pirómetro del mismo se confundía con el velocímetro de su automóvil. Éste, por momentos adquiría la forma de una cápsula espacial reingresando a la atmósfera de la tierra y desintegrándose, como había observado por la televisión con algunos privilegiados que enviaban sus cenizas al espacio.
Una nueva mañana comenzó. Jack, quizás en su último golpe de lucidez, entreabrió una luz de esperanza. El pasado y ahora el presente carecían de solución, pero tal vez el futuro. Hacia el se marchó.
En una de las entrevistas en el instituto médico se enteró de que aún no era posible revivir los pacientes sometidos a criogenia y que había pocas posibilidades que la ciencia consiguiera algún día insuflar vida a un cadáver congelado; aunque le señalaron que el congelamiento de células humanas ya se está practicando en ciertos trasplantes y la técnica se utiliza con éxito en bancos de esperma. La médica manifestó; una vez ocurrida la muerte nuestros especialistas extraen totalmente la sangre del cuerpo e inyectan una solución conservadora que protegerá las células de eventuales cristales de hielo. Luego, el cuerpo es sumergido en un tanque de acero inoxidable con nitrógeno líquido a 196ºC bajo cero; de esta manera se eliminan equipos de refrigeración que podrían tener fallas con el tiempo y comprometer el congelamiento, de tal forma que los cuerpos son colgados con la cabeza hacia abajo, para que ante una emergencia ésta sea la última en descongelarse. ¿Puede Ust. elegir entre conservar su cuerpo completo o solamente la cabeza; es decir su cerebro? Añadió.
Por último la médica señaló, deberá aportar su historial personal y médico, que se digitalizará y se archivará en una bóveda de máxima seguridad, datos útiles para cuando la ciencia y la tecnología médica puedan solucionar su problema terminal. Mientras tanto su cuerpo estará depositado en los subsuelos de la compañía al resguardo de cualquier inclemencia, inclusive un evento nuclear.
En los meses siguientes, Jack fotografió su entorno físico y social, grabó cientos de horas en videocintas y cada una de las comunicaciones que llegaron a su teléfono particular, documentando su pasado y su presente y así poder reconstruir su primera vida en caso de que la memoria se borrara para siempre.
Un día soleado de otoño lo esperado sucedió. Como estaba previsto, sus allegados informaron a la empresa crioconsevadora y ésta realizó los tratamientos dentro de las 72 horas, según establecía el contrato y embolsó 100.000 dólares.
Tres siglos después.
Pasaron 300 años hasta que la biotecnología molecular permitió rehacer el cuerpo de Jack.
Despertado de su largo crioinvernadero fue reprogramado con la data que existía a tal fin. Luego, un flujo de positrones lo volvió a la vida nuevamente.
Después de algunos minutos Jack, abrió los ojos y balbuceó.
-¿Qué sucede?
La respuesta llegó a su cerebro en forma de campo energético.
-Ust 0091 ha sido reciclado cibernéticamente.
-¿En qué año estamos? Preguntó algo más animado Jack.
-149 ddh
-¡ddh!-¿Qué significa?
-¡Después del Holocausto!.
-¿Cómo fue?
-Nosotros triunfamos, indicó la máquina.
Ellas, habían ganado la batalla y ahora controlaban el planeta. Era hasta lógico, pensó Jack, si ya por entonces intervenían en todo.
-¿Quién soy?, preguntó Jack a su interlocutor.
-¡Un esclavo!, contesto fríamente la máquina.
Cuento perteneciente al libro:"La Ruta del Elefante" de Hugo Peyrachia-Editorial. "Las Tres Lagunas"-2010
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